La Adrenalina el TDAH y el Casco Salvador de Javier

“La Adrenalina el TDAH”

Javier siempre fue alguien que buscaba el límite. Desde joven, diagnosticado con TDAH, sentía una imperante necesidad de adrenalina que lo llevaba a tomar riesgos, especialmente cuando estaba al volante. Sus amigos decían que tenía “gasolina en lugar de sangre” por su amor a la velocidad. Y aunque sus impulsos lo hacían sentir vivo, también le hacían vulnerable.

Javier solía decir que conducir a alta velocidad era su forma de liberar dopamina, esa chispa química que su cerebro anhelaba constantemente. Pero esa búsqueda de sensaciones intensas no era vista con buenos ojos por su esposa, Clara, quien temía por su seguridad.

Por su cumpleaños, Clara decidió regalarle a Javier un casco de moto de alta calidad. A pesar de sus aprehensiones sobre su amor por la velocidad, quería protegerlo de la mejor manera posible. “Espero nunca averiguar qué tan bueno es este casco”, bromeó ella al dárselo. Javier, aunque inicialmente dudoso por la indirecta del regalo, decidió usarlo, aceptando el amor y la preocupación detrás del gesto.

Un día, mientras Javier se perdía en el rugido del motor y el asfalto pasando rápidamente bajo sus ruedas, perdió el control de su moto en una curva cerrada. El impacto fue inevitable. Su mundo se convirtió en un torbellino de metal, ruido y chispas. Pero cuando todo se calmó, Javier, aunque con magulladuras y dolorido, estaba vivo.

Los paramédicos, al llegar a la escena, no podían creer que hubiera sobrevivido a tal impacto, y menos con tan pocas heridas. “Ese casco te salvó la vida“, comentó uno de ellos, asombrado.

A partir de ese momento, Javier entendió que, aunque su TDAH lo empujara en busca de adrenalina, también tenía responsabilidades hacia sí mismo y hacia las personas que lo amaban. Comprendió que la verdadera liberación de dopamina no venía de la velocidad, sino de los momentos compartidos con seres queridos, como Clara.

Aunque nunca dejó de amar las motos, Javier cambió su forma de conducir y su relación con la velocidad. Su casco no solo le salvó la vida ese día, sino que le dio una segunda oportunidad para vivir de una manera más reflexiva y apreciativa. Y todo gracias a un regalo cargado de amor y preocupación.

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